La cerca que hay que cruzar
La cerca que hay que cruzar.
¿Cuántas veces nos hemos sentido envueltos en una profunda oscuridad, que nos agobia cada vez más y no nos permite encontrar el camino que nos libere de ella? ¿cuántas veces nos hemos sentido dentro de un laberinto de sufrimiento sin salida o en un mar de espinas?
Y cuando por fin, vemos a lo lejos un rayito de luz que nos guía a un campo abierto e iluminado por la esperanza, nos topamos con una cerca llena de largas púas, que nos impide cruzar y llegar hasta donde queremos y soñamos estar.
Una cerca formada por el miedo, el maltrato, el odio, el sufrimiento y todo lo negativo de un largo pasado, que la ha llenado de poderosas y afiladas púas, que día a día se clavan, más y más profundo en el espíritu atormentado de una débil vida.
Una cerca que no podemos romper y cruzar, porque el cansancio, la desesperación y la frustración han socavado nuestra confianza por tanto tiempo, que no tenemos la fuerza suficiente para creernos capaces de cortarla y salir de la oscuridad. Y por ello, nos conformamos con quedarnos allí, sufriendo en silencio y anhelando una pobre ilusión.
Ante ello, es preciso hacer un alto en el camino, para escudriñar el alma marchita y descubrir allá, muy dentro, a un débil y pequeño brote de ilusión envuelto en la oscuridad, al cual, es preciso rescatar y traer a la superficie antes de que se extinga por completo, para empezar a cuidarlo, a fortalecerlo y a prepararlo para cortar esa cerca de terribles púas que nos impide llegar a la luz.
Tener la fortaleza suficiente que nos permita cortar esa cerca y liberarnos de un pasado es el primer paso, para llegar a ese campo abierto, en donde con el calor del sol, la vida pueda resurgir y el alma se cobije con una paz verdadera.